sábado, 12 de noviembre de 2016

¿Quién representa los ideales?



Se tiende a denunciar una mala conducta, una mala respuesta o cualquier hecho gravoso cometido por un determinado político, como si éste representase la ideología que se le supone está representando en el Parlamento de su país. De la misma manera que sucede cuando se descubre el delito cometido por un individuo que ejerce de sacerdote en cualquiera de las Iglesias conocidas.

No todos los políticos son corruptos, ni todos los políticos de derechas son fascistas, dictatoriales o xenófobos, por poner un ejemplo. Como tampoco todos los políticos de izquierdas son radicales comunistas, marxistas o leninistas; ni tampoco todos los curas son pederastas...

Pero... ¿qué sucede cuando cualquiera de los ejemplos comentados, son denunciados públicamente y condenados por la justicia?

Aunque parezca paradójico, incoherente o incluso demencial, el ciudadano de ideas políticas acorde con las del partido político corrupto, suele buscar excusas a los hechos probados que demuestran la culpabilidad del individuo corrupto; en vez de exigir su inmediata reprobación y la correspondiente responsabilidad política, civil o penal, según corresponda. Justificando dichos hechos denunciados como ataques de los partidos políticos con doctrinas antagonistas. Lo que le sirve a él mismo, como votante de dicho partido político afín a su ideología, como justificante para volver a confiar en dicho partido político y por tanto otorgarle su voto. 

Cuando el ciudadano perteneciente a una idea política, representada por un partido que comparte dicha doctrina, se encuentra con el dilema de tener que reprobar a un destacado político del partido al que vota porque así debe ser, ya que es una tradición familiar; cierra los ojos, se tapa los oídos y la nariz, para no tener que ver, oír ni oler a podrido, y vota. A fin de que “su” partido político, siga en el poder.

Y este es el gran error del ciudadano aferrado a su ideal, el cual identifica la doctrina de “su” partido político con el individuo al que vota. 

Ni la política de derechas es mala, ni la de izquierdas es buena, ni la de centro es la mejor... ni los partidos azules, rojos o morados son mejores o peores.

Las ideas políticas pueden ser buenas o malas, dependiendo de la posición subjetiva que se contemplen. 

Lo único que sí va a condicionar la estabilidad social será la honradez. Una honradez total, donde el propio candidato asuma su capacidad o incapacidad para desempeñar el cargo al que su partido le ha asignado. Donde el partido político que sea, actúe honradamente, sin subterfugios, sin desviar la atención de lo que realmente es importante, sin que mientan ni manipulen, o lo que es peor, que su actuación vaya en contra de los derechos de los ciudadanos a los que se supone que defienden y representan.

El partido político debe dar ejemplo de honradez y ser el primero en denunciar y en tomar medidas; todas las que sean necesarias para eliminar cualquier rastro de corrupción, ya afecte al Secretario general, al presidente o al último de sus afiliados.

No se puede pretender “arreglar” el mundo u otros países, cuando no has solucionado los problemas del tuyo. Ayudar al necesitado de otro país está muy bien y debe hacerse siempre que sea posible, pero no a costa de desproteger y dejar sin ayuda a tus propios conciudadanos, esos que han luchado y trabajado para que ahora el político de turno pueda disponer de un estatus mucho más elevado que el ciudadano medio del país. 

La hipocresía demostrada de todos los partidos políticos es tal, que mejor hubiese sido que nunca hubieran existido. 

El Ser humano es un ser imperfecto, lo que le lleva a cometer muchos errores. Pero estos errores deberían servir para aprender y no volver a tropezar en la misma piedra, cosa que, como se puede comprobar, no sucede.

Antes que una u otra ideología política, lo que se debería mirar en los partidos políticos es su total honradez. Si éstos son honrados, no importará la ideología política que tengan, pues sus actuaciones serán honestas. Si en cambio no lo son, no importa que su ideología política sea afín a la nuestra; lo correcto es rechazar, reprobar y evitar que dicho partido y sus correspondientes políticos corruptos sigan en el poder, pues de no hacerlo, teniendo conocimiento de causa, se estará siendo cómplice de dicha corrupción.


© 2016 José Luis Giménez

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