El pasado 22 de enero 2017, los principales
medios de comunicación del mundo civilizado, se hicieron eco de una de las más
grandes muestras de ignorancia en pleno siglo XXI, por parte de un presidente
de los Estados Unidos de América (USA para los amigos). Se trataba de la
eliminación del idioma castellano (también
utilizado como sinónimo de español)
en las redes sociales y en la Web Site de la White House, es decir, en la
página oficial de la Web de la Casa Blanca, como una de las acciones
prioritarias en el nuevo gobierno del recién elegido presidente republicano
Donald Trump.
Quizás alguien bien intencionado pueda
pensar que se trata de un despiste del presidente Trump; un error sin duda,
pues a nadie en su sano juicio y que sea democrático, se le ocurriría eliminar,
coartar o censurar un idioma que es hablado y utilizado a diario por más de 300
millones de personas, de los que más de 55 millones de ciudadanos estadounidenses
lo hablan. Lo que se traduce que sobrepasan a España en más de 9 millones de
personas que hablan el español, pues en España somos 46 millones de personas
que lo hablamos, siendo los EE.UU. la segunda nación del mundo, superada
únicamente por México, donde el español es hablado por más de 122 millones de
personas. Asombroso, ¿verdad?
Claro que igual al presidente Trump no
le importa ofender a esos 55 millones de hispanos hablantes estadounidenses y
los desprecia, tal como ya ha hecho en otros sentidos, sin que al parecer le
importe un pimiento lo que sientan una parte importante de sus conciudadanos,
olvidándose además, si es que alguna vez lo supo, que ni en la Constitución de los Estados Unidos de América, así
como en ninguna ley federal, está establecida la oficialidad del idioma inglés.
Pero no contento con eliminar el
idioma de las redes sociales, tampoco ha nombrado a un portavoz de prensa específicamente dedicado a los medios en
español y a temas de interés hispano, como hasta ahora existía con el
presidente Obama.
Trump tampoco ha
ocultado su despotismo contra los mexicanos inmigrantes, a los que ha amenazado
con expulsarlos de malas maneras; como tampoco ha consentido que trabajadores
negros de la Casa Blanca continuasen en sus puestos.
En definitiva, todo un
ejemplo de autocracia, del que nadie va a salir beneficiado, ni siquiera él
mismo ni sus seguidores.
Esperemos que no le dé
por instaurar a la Inquisición, o financiar al Ku Klux Klan; pues de lo que no
hay duda es de que, no sólo los estadounidenses hispanos o afroamericanos lo
tienen difícil con Trump, sino que el mundo occidental estará retrocediendo al
siglo XIX.
© 2017 José Luis Giménez
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