sábado, 14 de octubre de 2017

La guerra de la intolerancia

Todas las guerras empiezan por los mismos motivos: la intolerancia, la envidia, el odio.
No se tolera el que otros piensen de distinta manera, que tengan otra religión, que hayan encontrado una manera más civilizada de entenderse, que sean más eficientes en lo que se proponen o, incluso, que representen una sociedad más avanzada en todos los aspectos. Esa situación provoca envidia, odio e intolerancia.
Desgraciadamente y, por si esto fuera poco, están los extremistas radicales; esos individuos que no son capaces de entender que existen otras personas con ideas diferentes a las suyas, que tienen otro aspecto físico, otro color de piel, otro concepto de país o, incluso, otra religión.
Estos radicales extremistas existen en todas las situaciones y posiciones posibles, ya sea desde la política, la etnia o la religión. De hecho, no se diferencian en nada en sus argumentos de base. Odian al contrario porque sí, porque para ellos es el mal encarnado, el demonio que hay que eliminar, tal como ya ocurriese en las cruzadas medievales, por el único hecho de no pertenecer a su sociedad, etnia, grupo o religión. El no pertenecer a dichos conceptos, es suficiente causa para acabar con ellos.
Y esta situación, que se ha venido reproduciendo desde el momento en que Caín mató a Abel con aquella quijada de asno…, no ha cesado de producirse. Es más, existen unos elementos muy peligrosos para la sociedad, que son los que promueven estos enfrentamientos y extremos. Por supuesto, por si alguien aún no se ha enterado, me estoy refiriendo a la clase política. A esa clase política que prefiere que los ciudadanos se maten entre ellos, creando diferencias y enfrentamientos, antes que reconocer sus graves errores y pedir perdón por el daño cometido.
Pero no. Hay que ser muy valiente y honesto para reconocer que se han equivocado, que han estado engañando al público, que han utilizado la manipulación y el enfrentamiento entre los ciudadanos de distintas comunidades del país, para conseguir que la atención del Pueblo se centre en los mutuos ataques entre una u otra comunidad, y no en su mala gestión, en sus corruptelas; provocando que los ciudadanos se lleguen a odiar hasta tal punto de desear la muerte del otro, a pesar de ser hermanos. ¡Y lo han conseguido!
Esta clase de políticos corruptos, mediocres y desleales, han conseguido lo que sólo se consigue en una guerra; matarse entre hermanos por causas ajenas a los ciudadanos. Y lo peor de todo, es que han sido los políticos y “lameculos” de ambos bandos. Aquí no se salva nadie.
No cuenten conmigo para enfrentarme a mis hermanos, y menos aún por la negligencia, incapacidad y mala fe de unos políticos que en su gran mayoría deberían estar en la cárcel por corruptos.
No cuenten conmigo para que responda con el insulto a otros españoles que nos insultan a los catalanes porque desconocen la verdad.
No cuenten conmigo para que devuelva el boicot que unos españoles hacen a Catalunya sólo porque los políticos y lameculos les ha dicho que lo hagan.
No cuenten conmigo para hacernos daño mutuamente; porque los únicos responsables de todo el daño que ya se ha hecho y será casi imposible reparar entre España y Catalunya, son ustedes, los políticos ineptos, incapaces, insolventes, mediocres y desautorizados por la gran mayoría de personas de bien. Personas que no buscan el enfrentamiento, sino el acuerdo, el respeto y la tolerancia. Esas son para mí las únicas personas de bien, no las que deciden ciertos políticos corruptos hasta las trancas.
Ya sé que este escrito pasará inadvertido para la mayoría, porque no habla de insultos o chistes contra una u otra comunidad de España, pero tengo la fe en que sirva de apoyo a las gentes de bien que, como yo, sólo queremos la paz, la fraternidad, el entendimiento y la tolerancia entre todas las opciones posibles.
Ojalá no sea demasiado tarde.


© 14 octubre 2017. José Luis Giménez 

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