Todas las
guerras empiezan por los mismos motivos: la intolerancia, la envidia, el odio.
No se tolera el
que otros piensen de distinta manera, que tengan otra religión, que hayan encontrado
una manera más civilizada de entenderse, que sean más eficientes en lo que se
proponen o, incluso, que representen una sociedad más avanzada en todos los
aspectos. Esa situación provoca envidia, odio e intolerancia.
Desgraciadamente
y, por si esto fuera poco, están los extremistas radicales; esos individuos que
no son capaces de entender que existen otras personas con ideas diferentes a
las suyas, que tienen otro aspecto físico, otro color de piel, otro concepto de
país o, incluso, otra religión.
Estos radicales
extremistas existen en todas las situaciones y posiciones posibles, ya sea desde
la política, la etnia o la religión. De hecho, no se diferencian en nada en sus
argumentos de base. Odian al contrario porque sí, porque para ellos es el mal
encarnado, el demonio que hay que eliminar, tal como ya ocurriese en las
cruzadas medievales, por el único hecho de no pertenecer a su sociedad, etnia,
grupo o religión. El no pertenecer a dichos conceptos, es suficiente causa para
acabar con ellos.
Y esta
situación, que se ha venido reproduciendo desde el momento en que Caín mató a
Abel con aquella quijada de asno…, no ha cesado de producirse. Es más, existen
unos elementos muy peligrosos para la sociedad, que son los que promueven estos
enfrentamientos y extremos. Por supuesto, por si alguien aún no se ha enterado,
me estoy refiriendo a la clase política. A esa clase política que prefiere que los
ciudadanos se maten entre ellos, creando diferencias y enfrentamientos, antes
que reconocer sus graves errores y pedir perdón por el daño cometido.
Pero no. Hay que
ser muy valiente y honesto para reconocer que se han equivocado, que han estado
engañando al público, que han utilizado la manipulación y el enfrentamiento
entre los ciudadanos de distintas comunidades del país, para conseguir que la
atención del Pueblo se centre en los mutuos ataques entre una u otra comunidad,
y no en su mala gestión, en sus corruptelas; provocando que los ciudadanos se lleguen a odiar hasta tal punto de desear la muerte del otro, a pesar de
ser hermanos. ¡Y lo han conseguido!
Esta clase de
políticos corruptos, mediocres y desleales, han conseguido lo que sólo se
consigue en una guerra; matarse entre hermanos por causas ajenas a los ciudadanos.
Y lo peor de todo, es que han sido los políticos y “lameculos” de ambos bandos.
Aquí no se salva nadie.
No cuenten
conmigo para enfrentarme a mis hermanos, y menos aún por la negligencia,
incapacidad y mala fe de unos políticos que en su gran mayoría deberían estar
en la cárcel por corruptos.
No cuenten
conmigo para que responda con el insulto a otros españoles que nos insultan a
los catalanes porque desconocen la verdad.
No cuenten
conmigo para que devuelva el boicot que unos españoles hacen a Catalunya sólo
porque los políticos y lameculos les ha dicho que lo hagan.
No cuenten
conmigo para hacernos daño mutuamente; porque los únicos responsables de todo
el daño que ya se ha hecho y será casi imposible reparar entre España y
Catalunya, son ustedes, los políticos ineptos, incapaces, insolventes,
mediocres y desautorizados por la gran mayoría de personas de bien. Personas
que no buscan el enfrentamiento, sino el acuerdo, el respeto y la tolerancia.
Esas son para mí las únicas personas de bien, no las que deciden ciertos
políticos corruptos hasta las trancas.
Ya sé que este
escrito pasará inadvertido para la mayoría, porque no habla de insultos o chistes
contra una u otra comunidad de España, pero tengo la fe en que sirva de apoyo a
las gentes de bien que, como yo, sólo queremos la paz, la fraternidad, el
entendimiento y la tolerancia entre todas las opciones posibles.
Ojalá no sea
demasiado tarde.
© 14 octubre 2017. José Luis Giménez
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